viernes, 5 de octubre de 2012

XVII Medio Maratón Popular “Villa del Tratado de Tordesillas”

Refrescándose al paso por el kilómetro 15 (www.elnortedecastilla.es)
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Después de casi dos semanas desde su celebración, acabo de parir mi visión del XVII Medio Maratón Popular “Villa del Tratado de Tordesillas”. A decir verdad me ha costado bastante. No tenía ganas de escribirla. He tenido que sentarme muchas veces delante del ordenador para acabar un texto que me pareciera medio decente para ser publicado.

No es que la carrera fuera desaconsejable, en absoluto: la organización fue buena, el recorrido tan feo o tan bonito como muchos otros medios maratones que tienen lugar en localidades pequeñas, la animación y el público impresionante las veces que se pasaba por el núcleo urbano, y el nivel y el ambiente atlético muy destacados. Sin embargo se juntaron una serie de aspectos que hicieron sufrir más de lo necesario a algunos participantes y que, al verlo, hicieron pasar por mi cabeza ciertas reflexiones. Y que conste que ya somos todos adultos, que conocemos (o deberíamos conocer) donde están nuestros límites y sabemos a lo que nos exponemos. Pero aún así me quedó un poso un tanto amargo. En fin, que no me quiero poner aquí en plan filosófico. Vamos al grano.

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Sábado veintidós de septiembre de dos mil doce. En Tordesillas, provincia de "Vaolid" (como decía Atilano, natural de Ataquines y conserje años ha de la finca donde todavía viven mis padres), se disputaba el XVII Medio Maratón Popular “Villa del Tratado de Tordesillas”. Este año la prueba servía también como Campeonato de España de la modalidad, así es que por allí estaban la flor y nata del panorama atlético nacional en lo que a larga distancia se refiere. También estaba yo y algunos más como yo, supongo que para compensar la balanza.

Era mi participación número ciento veinte en la distancia semifilipideica. Pues bien, puedo prometer y prometo que nunca había visto que un medio maratón causara los estragos en los participantes que provocó éste. Más aún cuando muchos de los más afectados fueron corredores sobradamente preparados y con muy buenas marcas, pero que seguramente arriesgaron y se vieron sorprendidos por las circunstancias.

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Llegué a Tordesillas con dos horas de antelación al inicio de la carrera, previsto para las 18:00 horas. Pensaba hacerlo más tarde pero la misma mañana sabatina, leyendo el reglamento de la prueba, me di cuenta que los dorsales se recogían en la feria del corredor hasta las 16:30 horas. Como no hay mal que por bien no venga, pude así hacer un poco de turismo dándome un paseo por la localidad vallisoletana. Descubrí las estrechas calles de su casco histórico, su bella plaza mayor, las vistas del Duero, sus iglesias (por fuera, porque a esas horas estaban cerradas) y las denominadas Casas del Tratado, dos palacetes unidos donde parece ser que se llevaron a cabo las negociaciones entre Castilla y Portugal que culminaron en la firma del famoso Tratado de Tordesillas en 1494. En el interior de éstas últimas se ubicaba la feria del corredor.

Abro aquí un paréntesis en la crónica de la carrera para hacer una pequeña reflexión acerca del concepto “feria del corredor”, término que tan en boga parecer estar en los últimos tiempos. Ya casi no hay prueba atlética que se precie que no incluya este aliciente en su oferta. Es algo parecido a cuando en aquellas fiestas de discotecas de mi adolescencia se anunciaba aquello de “primeras marcas, guardarropa y autobuses gratuitos al centro”. Bueno, yendo al grano que si no acabaré en los cerros de Úbeda en lugar de en los campos de Tordesillas, que lo que en numerosas ocasiones se anuncia como una feria del corredor es en realidad y como mucho una “caseta del corredor”. Salvo que ya hubieran recogido parte de la misma o que en mi despiste habitual pasara de largo sin verla, la feria del medio maratón tordesillano estaba compuesta por un listado con los nombres y el número de dorsal de los participantes pegado en una pared y, junto a la pared opuesta, unas mesas donde unas amables voluntarias entregaban dorsal, chip, imperdibles, bolsa y camiseta. ¿Feria o "caseta" del corredor? Cierro paréntesis.

Estuve dormitando un rato en el coche mientras escuchaba la radio, hasta que a falta de diez minutos para la hora de inicio lo abandoné y me dirigí a la salida previa micción de rigor. A tenor del calor veraniego que hacía (alrededor de 28ºC) y de cómo pegaba Lorenzo, alguien no se había dado cuenta de que solo unos minutos antes habíamos entrado en el otoño. Visto el percal y teniendo en cuenta que desde la Lezamako Mugetatik ando un poco más cansado de lo que es normal, el planteamiento era sencillo: salir despacito e ir acelerando o no en función de cómo me fuera encontrando.

Abandonando Tordesillas al principio de la carrera (www.elnortedecastilla.es)
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El disparó que daba inicio a la prueba sonó de forma puntual y los aproximadamente quinientos cincuenta participantes nos pusimos rápidamente en marcha. La salida fue espectacular en cuanto a animación. Los primeros hectómetros de ligera subida por la Avenida de Valladolid estaban perfectamente vallados y la gente se agolpaba en gran número a ambos márgenes de la calle aplaudiendo, animando y tomando fotos. Ciertamente fue una verdadera gozada.

Enseguida se giraba a la izquierda para tomar la Avenida de Portugal y, en pronunciada bajada, buscar el puente sobre el río Duero. Desde allí se seguía por la carretera a Salamanca, en un "idayvuelta" de unos dos mil metros totalmente llanos que nos devolvía de nuevo a las puertas casco urbano. La nota simpática en este inicio de carrera la puso la pareja de recién casados y algunos de los invitados a su boda que salieron a la puerta del Parador a aplaudir el paso del pelotón de atletas populares. A estas alturas yo seguía adelante con mi plan no muy lejos de las últimas posiciones.

La primera dificultad seria comenzaba pasado el kilómetro cuatro. De vuelta al puente sobre el río, se iniciaba el ascenso que nos conduciría a las proximidades de la salida atravesando previamente el centro histórico tordesillano. La parte más exigente de esta subida se concentraba en el “murete” que iba desde el río hasta la Plaza Mayor. A partir de entonces la pendiente de la C/ Santa María se suavizaba hasta que nos incorporábamos a la Carretera de Matilla y se pasaba por el primer avituallamiento. Estos aproximadamente mil metros, aunque duros, fueron lo más bonito de la prueba y los de mayor animación junto con la salida y la meta.

Siguiendo la carretera de Matilla (VP-5805) fuimos poco a poco abandonando el núcleo urbano de Tordesillas y comenzando un largo y a la postre duro éxodo de cerca de quince kilómetros. La primera fase de este viaje debía llevarnos hasta la localidad de Matilla de los Caños, allá por el punto kilométrico 10,500 de carrera. Este tramo no presentaba a simple vista dificultades orográficas de relevancia, aunque es cierto que picaba hacia arriba y que tenía un par de repechos simpáticos, pero se convirtió en el preludio de una escabechina.

El calor seguía apretando y mucho. El sol nos llevaba pegando de lleno y de forma continua desde el inicio del medio maratón, la temperatura permanecía aún en los veintimuchos grados, el asfalto se sumaba a la jodienda desprendiendo más calorcito y los campos castellanoleoneses que rodeaban el trazado, lejos de paliar la situación ahondaban en ella: eran auténticos secarrales sin vegetación que debían llevar sin recibir una gota de agua desde el rollo aquel de Noe y el arca.

Este conjunto de circunstancias comenzaron a hacer mella en todos los participantes, pero sobre todo en aquellos que habían salido a disputar la carrera con el objetivo bien de conseguir un buen puesto o bien de lograr una buena marca personal. Dos pistas me pusieron en alerta de lo que estaba por llegar. La primera fue que manteniendo un ritmo muy similar al de los primeros kilómetros, empecé a recuperar posiciones de forma rápida y continua. La segunda tuvo que ver con la cantidad de atletas que ví volver andando o trotando en sentido contrario al de la marcha de la carrera. Al principio pensé que la causa pudiera ser una lesión o que hubieran hecho de liebre a algún compañero (recordemos que era el Campeonato de España), pero cuando el número seguía creciendo comencé a pensar que se trataba de corredores que no iban bien o al menos no tan bien como ellos esperaban a priori y habían decidido dejarlo antes de reventar sin necesidad.

Con este panorama decidí seguir con un ritmo conservador y aguantar la botellita tomada en el segundo avituallamiento para refrescarme e ir bebiendo a pequeños sorbos. Así transité por la pequeña población de Matilla de los Caños antes de poner rumbo de nuevo hacia Velilla.

Los primeros atravesando los "verdes" campos de Castilla (www,elnortedecastilla.es)
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A la salida de Matilla se sumaron otros dos elementos adversos. Por un lado el incomodo viento en contra y por otro una serie de repechos interminables y pestosos. El resultado es que los que iban tocados terminaron por reventar. Ya no me era extraño adelantar a participantes que habían echado a andar. Pero sin duda lo más preocupante llegaría entre los puntos kilométricos 13,500 y 15,000. Primero fue una atleta que había desfallecido y a la que habían sentado apoyada contra un vehículo. Cuando pasé a su altura, la mujer tenía la mirada totalmente pérdida, un botellín de agua apoyado en el suelo entre sus piernas y no se movía. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo.

Sin recuperarme del primer susto, un segundo sobresalto. Unos doscientos metros más allá otro participante estaba tirado en el asfalto siendo atendido no sé si por voluntarios o por espectadores. Para ser sincero se me quitaron las ganas de correr. Si hubiera estado en ese momento en las proximidades de Tordesillas me hubiera parado y hubiera abandonado, pero allí, en mitad de ningún sitio, no tenía sentido.

Justo entonces algunas nubes taparon a un sol que ya descendía dándonos un pequeño respiro. En esas estábamos cuando en el repecho existente justo unos metros antes del avituallamiento de Velilla (km 15), un nuevo corredor con gesto desencajado, mirada ida y envuelto en el “papel plata “ese con el tapan los cadáveres y que tan mal rollo me da, era llevado en volandas por dos voluntarios de la Cruz Roja. La carrera se había convertido para muchos en un verdadero suplicio.

A partir de aquí y hasta la entrada a Tordesillas, si bien se seguían sucediendo lo continuos desniveles y el viento se mantenía en nuestra contra, el perfil tenía una tendencia descendente. Como era lógico yo ya iba un poco cansado, pero me encontraba todavía con fuerzas suficientes y continuaba adelantando cada vez más plazas. No ocurría lo mismo con muchos de los atletas. Aunque ya no ví ninguno más que fuera atendido en carrera, si superé en este último tramo a otros dos que estaban vomitando en la cuneta de la carretera.

A falta de unos tres kilómetros y al fondo de una larga recta, se veían ya a lo lejos los edificios de la localidad que dio nombre al tratado. El final parecía no llegar nunca. Y encima, para rematar, justo antes de cruzar el puente sobre la A-6 que daba acceso al casco urbano, había que hacer una "U" hasta una rotonda próxima que acababa con la moral del más pintado.

Eso si, los últimos trescientos metros fueron para disfrutar. Los lugareños y los turistas accidentales llenaban ambos lados de las calles aplaudiendo y animando. Gracias a ellos mi estado al cruzar la meta se puede describir perfectamente con la manida expresión de "jodido pero contento". Con un tiempo de 1:41:52, quedé clasificado en el puesto de 254 de los 437 que terminaron la prueba.

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Cuando horas después de finalizar el Medio Maratón Popular “Villa del Tratado de Tordesillas” comencé a leer opiniones y crónicas de la carrera, corroboré que mi impresión sobre la misma no había sido ni equivocada ni exagerada. Fue una carrera dura, durísima, en la que quien más quien menos había sufrido bastante más de lo que esperaba a priori. Hasta el mismísimo Chema Martínez (segundo al final) recalcó este aspecto de la prueba. Quizás un par de cifras sirvan para resumirlo: 552 inscritos y 437 llegados a meta. Pues eso.

Nota: Al final no hubo que lamentar ninguna desgracia y todos los participantes atendidos por las asistencias se recuperaron perfectamente.

Sed felices y sensatos.



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3 comentarios:

fosete dijo...

Vaya tela.

No me extraña que te dieran ganas de pararte a mitad de carrera.

Supongo que tambien sería carrera boomerang.

Un saludo

Arganzboy dijo...

Si señor, también fue boomerang ;-)
Un saludo

yonhey dijo...

Enhorabuena, a mí me gusta esa carrera, aunque me dio la impresión de ir más hacia arriba que hacia arriba que abajo, pero la disfruté mucho el año pasado. También puedo decir que se disputó por la mañana con fresquete, nada que ver a lo que parece.
Salu2