miércoles, 27 de mayo de 2009

Membrillera y volver


1. Introducción

Aviso que soy nefasto contando chistes, pero mientras corría el domingo me vino al cabezorro uno pintiparado para describir la prueba en la que estaba participando y que no me resisto a escribir. Es aquel en el que dos vascos estaban tumbados en la arena de la playa. En un momento dado el uno le dice al otro “Patxi. Te echo una carrera a nado”. Patxi se incorpora mirando al mar y dice “¿Hasta dónde pues?”, a lo que el primero responde “Horizonte y volver”.

Pues eso, el Medio Maratón de la Comarca de Jadraque en su decimotercera edición se resume en la siguiente expresión: Membrillera y volver.


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2. Un poco de historia.

Al contrario que el año pasado, esta vez no tenía pensado incluir ningún hecho histórico en la crónica de esta carrera. Pero mira tú por donde que, el viernes, leyendo el segundo capítulo del libro que José Antonio Vidal Sales dedica a las reinas de España pertenecientes a la Casa de Borbón (“Crónica íntima de las reinas de España” Editorial Planeta), encontré por casualidad un pasaje sucedido en la localidad de Jadraque.

El hecho hace referencia a la llegada a España en 1714 de Isabel de Farnesio. La nueva reina de España, casada por poderes con el enviudado Felipe V en la catedral de Parma, está a punto de encontrarse con su nuevo marido. Antes tiene lugar un recibimiento por parte María Ana de la Tremoille de Noirmoutier, princesa de Orsini (conocida en España con la castellanizada denominación de “la de los Ursinos”) y enviada por el rey Sol años atras en calidad de camarera mayor de María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V. El relato es el siguiente:

"Camino de Guadalajara - lugar fijado para encontrarse con el rey- el séquito de Isabel se detiene en Jadraque, donde la de los Ursinos y el marqués de Santa Cruz – mayordomo mayor de Felipe V- se han adelantado a fin de rendir pleitesía a la nueva reina. Recordando el retrato que de ésta hiciera Alberoni, la anciana dama apenas insinúa una leve reverencia al saludarla. Y sin poder reprimir su risa burlona, creyendo que la recién llegada no comprende una palabra de español, lanza un grosero comentario dirigiéndose al de Santa Cruz: “¡Pero qué mal formada está esa mujer! ¿Cómo podrá ir por el mundo con esa gordura?”.

Jamás lo hubiera dicho. Lívida de asombro, la soberana da una orden…en correcto castellano “¡Llevaos de aquí a esa vieja loca que ha osado insultarme! ¡Echadla de España ahora mismo!”

Poco después, cuando tiene lugar su encuentro con el rey, y tras recibir un beso de éste, le informa de lo ocurrido, y Felipe V se limita a pronunciar estas palabras: “Lo que vos hagáis, bien hecho está”.

El destierro de la princesa de los Ursinos se lleva a cabo inmediatamente


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3.La carrera

Pues transmutado un año más en Arganzid, volví el domingo a la comarca de Jadraque. Después de haber conquistado el año pasado los términos municipales de Bujalaro y Matillas, en esta nueva incursión se trataba de mantener el control sobre Membrillera, tomada con poco brillo en Mayo de 2006.

El recorrido consistía en, tras una media legua por las calles de Jadraque, tomar la CM-101, desviarse más tarde por la GU-165 y, después de alrededor de cuarenta mil pies castellanos, hacer una breve incursión de reconocimiento en Membrillera y volver sobre nuestros pasos desandando lo andado hasta ganar la línea de meta en el Parque Público jadraqueño. Recordaba yo que esta incursión pareciomé más sencilla y fácil que la llevada a cabo un año ha. Sin embargo ayer me surgieron las dudas sobre tal percepción. Si bien el trazado que conduce a Matillas tiene cuestas de gran pendiente, no es menos cierto que son menos numerosas y que permiten disfrutar de más metros en llano que el camino que lleva a Membrillera.

Con el grandioso y elevado castillo como presencia casi permanente (a la siniestra a la ida y a la diestra a la vuelta), las continúas subidas y bajadas fueron un duro castigo para las piernas. También contribuyeron la gran humedad provocada por el nublado cielo y, en la primera mitad de la carrera, los rayos picones del astro rey que se colaban por entre las nubes y caían inmisericordes sobre los esforzados de la ruta. En mi caso el sufrimiento viose incrementado por la tardía hora en la que había recalado en mis aposentos la noche anterior (alrededor de las 2:30 para levantarme a las 6:45) y el exceso de lambrusco con el que regué los gnoquis de la cena sabatina y que no cese de destilar a través de los poros de mi piel durante todo lo largo y ancho de la prueba.

La dureza psicológica de que casi todo el recorrido transitara por carreteras desiertas, se vio compensada ligeramente con la circunstancia de que este año coincidiera en carrera con más participantes que el año anterior, cosa curiosa teniendo en cuenta que el número total de corredores fue menor que en el 2008. Logré finalmente mi mejor clasificación en una media maratón a pesar de empeorar mi tiempo respecto al año pasado en casi minuto: llegué el quincuagésimo tercero, tres puestos mejor que la clasificación obtenida hace ahora un año.


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4. ¿Y por qué Jadraque?

Y llegados a este punto se preguntaran vuesas mercedes ¿Qué me mueve a visitar la Comarca de Jadraque año tras año para dejarme las vísceras corriendo por un carretera desierta y con muy escasa compaña? Pues pequeñas cosas que la hacen especial y entrañable.

Pequeñas cosas como caminar por las prácticamente vacías calles jadraqueñas en las tempranas horas del domingo, tirar fotos en sus rincones y entrar en la panadería que huele a dulce para mercar unas tortas de chicharrones que degustaré durante los días siguientes.

Pequeñas cosas como sentir que el pueblo se vuelca en la celebración de la carrera. Emociona ver a los jadraqueños animando desde las puertas de sus casas y como los voluntarios, de edad avanzada la mayoría, nos indican el camino agitando sus banderas rojas (como si de aterrizar un avión se tratara).

Pequeñas cosas como cuando llegando a Membrillera, justo delante de la casa consistorial y sentados en una larga hilera de sillas dispuestas al efecto, los lugareños vitorean y aplauden el paso de todos y cada uno de los ya fatigados mediomaratonianos.

Pequeñas cosas como sentirse especial cuando en el avituallamiento ubicado en el desvío a la GU-165 pido la botella de agua mineral con tapón y el voluntario corre hasta la mesa para atender mi solicitud. O como sentirse aún más especial cuando de vuelta y en el mismo avituallamiento, el mismo voluntario, al verme a lo lejos, se dirige a la mesa donde se agrupan las botellas y toma una con tapón. Unos segundos antes de llegar a él, extiende el brazo ofreciendome en su mano la botella taponada y con una sonrisa me pregunta “¿Con tapón verdad?”

Pequeñas cosas como la naturalidad de la locutora de meta que por megafonía anunciaba los nombres de los que cruzábamos la meta, y que salpicaba sus intervenciones con comentarios únicos y espontáneos: “Entre los árboles llega el siguiente corredor. ¡Otro que viene sin camiseta y sudoroso!” ¡Genial!

Si ya lo decía el juglar catalán Serrat:

Uno se cree que las mato el tiempo y la ausencia.
Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta
Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas
En un rincón, en un papel o en un cajón.
Como un ladrón te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan a su merced como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí
que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos
cuando nadie nos ve.



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Nota: Enhorabuena a Corredor de Cañamares por su "Elefante de Alabastro" y por la triple corona obtenida brillantemente por el Barça futbolero

¡Muchas gracias Jadraque y hasta la próxima!

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jueves, 7 de mayo de 2009

Mapoma 2009. Estados de ánimo

Por séptima vez me encuentro en la madrileña Plaza de la Cibeles un último domingo de abril a primera hora de la mañana. Hace bastante fresco, el cielo está más negro que el sobaco de un grillo y sopla un vientecillo tocapelotas. No tengo ninguna gana de correr, sentimiento no muy acorde con lo que he venido a hacer: mayormente participar en la trigésimo segunda edición del Maratón Popular de Madrid (MAPOMA).

Llevo toda la semana previa dándole vueltas al coco. Hace tiempo que me encuentro cansado. Compatibilizar las largas e intensas jornadas laborales, con la familia y las correrías me exige cada vez un esfuerzo mayor. Además este invierno han pasado por este cuerpazo un amplio elenco de enfermedades menores y la creme de la creme de la clase viral. Si al cansancio acumulado lo coronamos con la guinda de la ya conocida ansiedad de los días previos a la carrera (aunque no se tenga ningún objetivo, como es mi caso), obtenemos un estado de ánimo muy alejado del que se espera tenga un aficionado a emular a Filípides.

En cualquier caso, ya he acumulado cierta experiencia en estas lides y sé de buena tinta que una vez se dé la salida los sentimientos negativos irán desapareciendo paulatinamente con el paso de los kilómetros. O tal vez no.

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Bruce y yo formamos ya parte de la multitud de corredores que estamos esperando la salida. Como siempre, estamos situados a hacer puñetas del punto de partida, pero no nos importa.

Quedan cinco minutos para las nueve y comienza a llover ¡Lo que faltaba para arreglar mi estado de ánimo! Acordándome estoy de los progenitores del dios de la lluvia cuando se oye a lo lejos el disparo de salida. Tardamos tres minutos en traspasar la línea de salida. Esta vez no siento ese agradable escalofrío de ediciones anteriores, ese calambre que me recorre de arriba a abajo y me pone los pelos de gallina y la piel de punta. Y es que, cuando estoy en plan negativo, no me aguanto ni yo.

Para intentar protegernos en lo posible de la cada vez más intensa lluvia, avanzamos por el lado derecho del Paseo de la Castellana y vamos aprovechando el efecto paraguas de los arboles. Al llegar a la altura del Santiago Bernabeu, de la Meca del futbol, de la Casa Blanca, encontramos el primer cambio “inesperado” en el recorrido: abandonamos la Castellana, antiguamente Avenida del Generalísimo (¿existe este grado en el escalafón militar? ¿Y el de coronelísimo? ¿Y el de cabísimo?), para tomar la C/ Concha Espina, rodear el coliseo blanco por la subida de C/ Padre Damián y volver al Paseo de la Castellana por la Avenida de Alberto Alcocer. En este tramo no hay árboles que valgan y en apenas unos minutos nos ponemos como sopas.


Abro aquí un paréntesis. Cuando a lo largo de esta entrada mencione lo de cambios “inesperados” en el trazado, no quiero decir que fueran improvisados por la organización. El adjetivo “inesperado” hace referencia a que yo, en mi pasotismo, ni siquiera me he preocupado de mirar el recorrido de este año. Sólo sé que ya no se llega a la meta por C/ Menéndez Pelayo, sino por C/ Alfonso XII y la C/ Alcalá. Cierro el paréntesis.

Una vez abandonamos el Paseo de la Castellana para tomar la vía que lleva el nombre del hispanista francés Mauricio Legendre, la lluvia cesa. Han sido alrededor de cuarenta minutos cayendo agua, pero finalmente el dios de la lluvia ha atendido mis plegarias. Estamos bastante mojados y, con el viento racheado que sopla, la sensación de frio se acrecentar. Ahora la tarea más importante es no meter los pies en ninguno de los charcos que se han formado, pues aunque las zapatillas y los calcetines están húmedos por la lluvia, no han llegado a empaparse.

Con este panorama llegamos al kilómetro diez, ubicado este año en la C/ Principe de Vergara y por el que transitamos con un tiempo de 58:33 (5:51 min/km), 2 min 39 seg más que en la edición anterior. La lluvia y el negativismo parece que están haciendo mella.

Apunte de culturilla general: Que sepáis ustedes vusotros que la calle Príncipe de Vergara lleva este nombre en honor del general y regente de España Don Joaquín Baldomero Fernández Espartero Álvarez de Toro (1793-1879). Este general vino a ser como la Duquesa de Alba actual en lo que a cantidad de títulos nobiliarios se refiere: además de Príncipe de Vergara, fue también Duque de la Victoria, Duque de Morella, Conde de Luchana y Vizconde de Banderas. ¡Ilustrarsen coño que no todo va a ser correr y de correr!

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Por el puente de C/ Raimundo Fernández Villaverde, el cielo comienza abrir y nos llegan los primeros rayos de sol. Para mi endeble estado de ánimo es una gran alegría.

A partir de la Glorieta de Cuatro Caminos, comienza la que quizás sea la parte más favorable del maratón. El continuo descenso por C/ Bravo Murillo, Avenida de Islas Filipinas y finalmente por la animada C/ Guzmán el Bueno, desemboca en C/ Alberto Aguilera. Unos hectómetros más allá, llega la segunda variación “inesperada” en el recorrido. En vez de tomar la angosta C/ Fuencarral en la Glorieta de Bilbao, seguimos hasta C/ Mejia Lequerica y alcanzamos la Gran Vía a través de la C/ Hortaleza.

Las obras que asolan la Puerta del Sol (Maleni, ay Maleni, tanta paz lleves como descanso dejas ¡Tiembla Europa!), hacen que la calzada se estreche y corramos con apreturas pero, sobre todo, impide la presencia de público en uno de los tradicionales puntos de mayor animación. Como no hay mal que por bien no venga, los espectadores se han apostado en masa en los primeros metros de la C/ Mayor, convirtiendo la adoquinada vía en un pasillo de aplausos y gritos de ánimo que te llevan en volandas hasta el Palacio Real.

El kilómetro veinte se encuentra en la C/ Ferraz, poco más allá de la Plaza de España. Por allí nuestro crono marca 1:53:09, lo que supone una media en estos segundos diez mil de 5:27 min/km o, lo que es lo mismo, una mejora por kilómetro respecto al primer parcial de 24 segundos. Si tomamos como referencia el conjunto de los veinte kilómetros la media es de 5:39 min/km. En estos últimos diez mil metros mi cuerpo y mi mente se han entonado y la camiseta y las zapatillas se han ido secando a la vez que yo también entraba en calor. En el cielo se alternan nubes y claros pero no hay amenaza de lluvia inminente y la temperatura es fabulosa para correr. Todo parece ponerse de cara.

Bruce me dice que tire, que me vaya solo para adelante. Sus rodillas se están quejando y prefiere disminuir el ritmo. Le deseo suerte, avivo ligeramente la marcha y me preparo para afrontar el resto de la carrera en solitario.

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Por la media maratón paso cinco segundos antes de que el reloj marque la 1:59:00. Desde allí, la sucesión de “paseos” (Moret, Pintor Rosales, Camoens y Ruperto Chapí) con perfil muy favorable, me conducen hasta el inicio de la siempre monotona y sosa recta de la Avenida de Valladolid. Ya en la Glorieta de San Vicente, una cuesta muy pronunciada y con el firme en mal estado por las obras, enlaza con el Puente del Rey, a sólo unos metros de entrar en la Casa de Campo. En mi cabeza, el indicador de nivel de canguelo sube rápidamente. El trayecto que transcurre por este antiguo lugar de caza de la realeza, es uno de los tramos que menos me gusta del MAPOMA y que suele atragantárseme invariablemente.

Las primeras veces que corrí el maratón madrileño, el tránsito por la Casa de Campo era de refilón y más corto, aunque tenía como inconveniente el que llegaba con la carrera más avanzada y después de haber transitado por las aburridas Ciudad Universitaria, Avenida de Valladolid e incluso unos metros por la M -30 (¡tié huevos!). En las últimas ediciones, aunque el paso por este pulmón verde de la capital llega antes (alrededor del kilómetro veinticinco), también es bastante más largo. Además mentalmente se hace más duro, pues tras recorrer el Paseo del Embarcadero, el Paseo Azul y el de Torrecilla, la carrera se interna en la Casa de Campo hasta el final del Paseo de los Plátanos desde donde se inicia la vuelta hacia el lago. Para más inri, existen un par de puntos en los que los que van se cruzan con los que vuelven ¡y eso jode!

El año pasado, durante los kilómetros casacampiles, me sobrevino un incomprensible bajón en forma de cansancio, mareillo, mal cuerpo e incluso dolor de cabeza. Por esta razón desde que cruzo la en proceso interminable de remodelación Puerta del Príncipe, me voy chequeando de forma continua. Sin embargo los metros van pasando, me encuentro bien y no ceso de adelantar corredores. Tanto es así que cuando me doy cuenta ya estoy enfilando las empinadas rampas del Paseo Puerta del Ángel que me llevan a la cuesta abajo de la Avenida de Portugal.

Hace poco he pasado por el kilometro treinta (Paseo del Robledal), y el crono ha marcado 2:46:58 lo que da una media de 5:33 min/km . El tiempo es prácticamente clavado al de la edición anterior, cuando pase por la treintena con quince segundos menos. También como ocurrió hace ahora un año, el tercer diez mil ha sido el más rápido de los tres, con un tiempo de 53:50 (5:22 min/km).

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C/ Marqués de Monistrol y la Glorieta del Puente de Segovia están repletos de gente animando. Esta vez me da la sensación de que, a pesar de que la mañana no parece estar para muchas coñas, el número personas que se ha echado a la calle para empujarnos con sus palabras y aplausos es muy superior al de ediciones anteriores. Muchas gracias a todos pues aunque no lo creáis nos ayudáis sobremanera.

Justo al inicio del Paseo de la Ermita del Santo están mi padre y mi hermana. Es la última vez que los veré hasta que cruce la meta, así es que me cargan las alforjas con dos pastillas de glucosa, una botellita de Aquarius y una novedad en mis participaciones maratonianas: el MP4. Esto es un pequeño experimento ya que como he perdido hace tiempo la compañía de Bruce, voy a buscar en la música un compañero/aliado que me ayude en los últimos kilómetros. Me pongo lo auriculares, pulso el on (ondesenciende) del aparatito, doy al play y subo el volumen. En unos segundos el Losing Touch de The Killers entra por mis oídos

Console me in my darkest hour
Covince me that the truth is always grey
Caress me in your velvet chair
Conceal me from the ghosts you cast away…

La música ha sido un chute de adrenalina en vena y tengo que contenerme para no pegarme un peazo sprint que pueda pasarme factura unos kilómetros más adelante. Como el volumen está bastante alto, la sensación es curiosa. Veo a la gente aplaudir y animar, pero sus aplausos y sus voces son sustituidos en mis tímpanos por la música del grupo estadounidense. Es algo así como estar dentro de un videoclip o de un resumen de esos que ponen en la tele y que ambientan con una canción que hace las veces de banda sonora ¡Mooooooola!

Tras ver como un corredor de los que me precede se pega un trompazo al pisar el envase vacio de un gel y después de dejar a la derecha el sentenciado estadio del Atleti, alcanzo el tercer cambio “inesperado” del recorrido. En vez de tomar el Paseo de los Melancólicos (joder, con ese nombre me hubiera vuelto a entrar el bajón), bajamos hasta el Paseo Virgen del Puerto. Esto obliga a subir la C/ Segovia desde el puente del mismo nombre hasta la Ronda de Segovia. Muchos corredores andan en los últimos metros de la cuesta pero The Killers y yo subimos como motos y adelantamos posiciones con una facilidad pasmosa. Estoy camino del kilómetro treinta y seis y todavía no he pasado ningún mal momento. Sé y estoy concienciado de que llegará, porque la experiencia me dicta que no hay maratón sin momento jodido. ¿O si lo hay?

La subida muy tendida del Paseo Imperial y la ligera bajada de C/ Dóctor Vallejo Nágera me sirven para seguir adelantando a decenas de corredores y motivarme de cara a los últimos kilómetros. Al llegar al Paseo de las Acacias me llevo el alegrón del día. El cuarto cambio “inesperado” del trazado consiste en no continuar por Vallejo Nágera para ir a buscar más tarde la C/ Ferrocarril , C/ Bustamante y C/ Méndez Álvaro, sino que este año nos toca ascender por el propio Paseo de las Acacias hasta la Glorieta de Embajadores ¡Esto significa que me libro del Vía Crucis que trescientos sesenta y cuatro días atrás me supuso la subida de Méndez Álvaro! ¡No tengo que pasar de nuevo por ese tramo de infausto recuerdo en el que el tío del mazo se me subió a la chepa y me estuvo dando collejas durante un buen rato! ¡Quitense del medio que ya no hay quien me pare!

La subida la hago todavía bajo los efluvios del alegrón y con los ánimos de un gran número de personas apostadas a ambos lados de la calle (¿Quizás ayude que el rastro está por allí cerca?). Mi cabeza está ocupada pensando que con seguridad este es el mejor trazado de todas las ediciones mapomiles en las que he participado y, cuando me quiero dar cuenta, estoy ya junto a la estación de Atocha. ¡Quedan alrededor de dos mil quinientos metros y el mal momento de todo maratón sigue sin llegar! Empiezo a pensar que ya no vendrá.

Tras superar el kilometro cuarenta en 3:41:44 (5:32 min/km), ya veo al fondo la monumental puerta, mandada construir por Carlos III (el mejor alcalde de Madrid según dicen) allá por el siglo XVIII. Un último esfuerzo para subir hasta la entrada al Retiro y confirmar que, al menos esta vez no habrá momento malo. Ya sólo me queda dejarme llevar y disfrutar con alegría de la recompensa de los dulces últimos metros.

Nota 1: Hacer mención a la buenísima organización, resaltando la novedad de los avituallamientos cada dos mil quinientos metros a partir del kilómetro diez.

Nota 2: Mi tiempo neto final fue de 3:53:57, con una segunda media casi cuatro minutos más rápida que la primera. Como curiosidad y dato representativo, los datos provisionales dicen que en el kilómetro diez mi posición era la 6.545, mientras que en la línea de meta entré en el puesto 4.569. ¡En poco más de treinta y dos kilómetros adelanté a dos mil participantes!

Nota 3: Las foros que ilustran esta crónica están sacadas de mi cosecha propia, de www.maratonmadrid.org, www.forofosdelruning.com y www.portalatleta.com


S'acabó. ¡Hasta la próxima!

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sábado, 2 de mayo de 2009

Feliz día mamá


Argumentario maternal ante el noble arte del correr

- ¿Otra vez a correr? ¡Pero si ya corriste ayer!
- ¡Te estás quedando en los huesos! ¡Pero si no tienes culo!
- ¡Cómo vas a ir a correr con el frio que hace! (en invierno)
- ¡Cómo vas a ir a correr con el calor que hace! (en verano)
- ¡Cómo vas a ir a correr con la que está cayendo! (cuando llueve)
- ¡Cuarenta y dos kilómetros corriendo! Tú estás loco…

- Acuérdate de que estas mal de la espalda y no tienes que correr tanto…
- ¿Tú te has visto como vienes de barro? ¿Te has ido metiendo en todos los charcos o qué?
- Pero si todavía estás constipado, ¿Cómo vas a ir a correr?
- ¿No será malo eso de correr de tanto?
- ¡Otra camiseta!, ¿pero cuantas camisetas tienes ya?
- ¡Mírate, si vienes sofocado y sudando como un pollo! Si es que…
- Tienes cara de cansado ¿Por qué no dejas de correr una temporada?

- Pero, ¿También tienes carrera este domingo?

¡FELIZ DÍA MAMÁ!